viernes, 25 de noviembre de 2016

Manuel José Quintana, Vidas de los españoles célebres

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Fernando Sánchez Marcos, en la obra de síntesis colectiva Historia de la historiografía española (1999) señala que «en el siglo XIX la historiografía española ―en sentido lato― está impregnada de una fuerte conciencia nacional. Aquella es en parte manifestación de ésta y en parte instrumento que ayuda a decantarla. La conciencia nacional común española se plasma en obras históricas de muy distinto género (…) Uno de los géneros historiográficos que alientan la conciencia nacional es el de la biografía. Entre las múltiples obras (y series biográficas) que se conciben desde la perspectiva del sentimiento nacional español, cabe destacar, por ejemplo, las que escribió entre 1807 y 1833, con talento literario y erudición, el político liberal y poeta Manuel José Quintana, Entre sus vidas de españoles célebres, que gozaron de gran difusión, una buena parte de ellas está dedicada a personajes de la Edad Moderna, como el Gran Capitán (Gonzalo Fernández de Córdoba), el descubridor Vasco Núñez de Balboa, y el misionero e historiador indigenista Bartolomé de las Casas. En la pluma de Quintana, como en la de otros muchos escritores de su época, historia y nacionalismo se confunden (…) La valoración ―sustancialmente encomiástica― de la tarea civilizadora española en el Nuevo Mundo y en las Filipinas, es uno de los pilares sobre los que se construye la identidad nacional común de España, y en el que coinciden autores de diferentes ideologías.»

Quintana se había trazado originalmente un proyecto mucho más ambicioso que, un cuarto de siglo después de iniciado, explicita en una advertencia preliminar a las dos últimas vidas que agrega a su colección: «Al publicarse el tomo I de esta obra tenían el autor delante de sí mucho tiempo y muchas esperanzas. Alentábale en ellas la indulgencia con que el público había recibido sus primeros ensayos; y confiado en su juventud y en la tranquilidad y posición ventajosa que entonces disfrutaba, se atrevió a prometer al frente de aquel libro lo que después no le había de ser posible realizar. Y aunque el título indeterminado y vago que le puso dejaba libertad para dar la forma y extensión que quisiese a su trabajo, bien se conocía que el intento era escribir una biografía de los hombres más eminentes que en armas, gobierno y letras hubiesen florecido en España. A aquellas cinco vidas primeras debían seguir las de los personajes más señalados en los fastos del Nuevo Mundo, Balboa, Pizarro, Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas. Los célebres generales del tiempo de Carlos V y su sucesor formarían la materia del tomo III. El cuarto se compondría de las vidas de los estadistas más ilustres, desde don Bernardo de Cabrera hasta el conde-duque de Olivares. Y por último, en un tomo V se darían aquellos hombres de letras sobresalientes que en los acontecimientos que por ellos pasaron ofreciesen argumento a una relación interesante e instructiva: tales podrían ser Mariana, Quevedo, Cervantes y algún otro.»

La agitada vida política y militar de España y del propio autor le impedirá llevar a cabo estos propósitos. Sin embargo, las nueve Vidas concluidas resultan muy sugestivas, y no sólo por la calidad literaria de autor y el esfuerzo de acercamiento a su trayectoria vital y a su significado histórico. Su elección y su plasmación suponen una excelente muestra de esa historiografía nacionalista que, con raíces medievales y renacentistas, va a convertirse en dominante y consagrarse definitivamente con la obra de Modesto Lafuente, apenas una generación posterior. Pero también liberal: su reconstrucción del pasado se hace desde el nuevo régimen, uno de cuyos constructores fue Quintana. Resulta significativo observar los personajes seleccionados, entre los que predominan aquellos que se enfrentan al poder o a un destino que les supera: algunos triunfan, como el Cid; otros fracasan, como el príncipe de Viana (por cierto, el único personaje de sangre real) o don Álvaro de Luna.


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